sábado, 16 de junio de 2007

Miedo

El siguiente es un cuento escrito por allá por 1996, teniendo yo más menos 14 años (o quizás 15) no es lo más antiguo, pero es por lo que quiero empezar. La selección se debe, en parte, a que hay algo del sentimiento relacionado a este texto que es transversal en mi vida, y por otro lado, porque está tan lleno de tropiezos técnicos y errores de escritura que lo hacen interesante como punto de partida. Disfrutenlo y ojalá vean detrás de la mala prosa.

Es tan difícil distinguir la verdad de la mentira en este mundo. Abro la puerta del baño y salgo corriendo por el pasillo blanco escapando no se de que.

Siento que algo me come por dentro, surgiendo de la nada misma y quemando como aquel fuego de antaño, subfuego. Doy un grito de desesperación y pienso, no se adonde voy ni de donde vengo... diviso una luz a lo lejos, muy lejos entre inalcanzables figuras de cera viviente. Corro hacia ella pero nunca llego, mis latidos se aceleran al son de una tonada inerte y mi mano derecha tiembla al no tener el mango bajo control, luego el dolor, y me duermo.

Siento algo frío en la espalda, un objeto largo, helado y sufrible (Verdad, no tenía el mango en la mano). El acero atravesaba mi cuerpo y alguien lo empuñaba. Sí, y se reía a carcajadas de mi al paso de la sangre en su resbalar por el brillante material. Ahora corre...sí...corre hasta que lo pierdo de vista mientras trago la vida y muero. Siento frío y por fin me doy cuenta de lo sucedido.

Disfrutando de los últimos momentos pienso en mi corta vida, y concluyo que he dejado de hacer más cosas de las que he hecho. Intento encontrar aquellas imágenes que se supone te invaden y demuestran la existencia de esa divinidad tantas veces negada, pero no están, quizás la función ha terminado. El miedo inunda mi ser pero ya es muy tarde, o muy temprano tal vez. Mi sangre clama piedad a mis recuerdos, que esforzándose me arropan y cantan intentando hacerme dormir por última vez. Mi cuerpo yace apoyado en la pared mientras mis manos sujetan la empañadura, como intentando sacarla del lugar en que se encuentra, entre el ardor de mi alma y el dolor de mi ser ( o tal vez sólo en mi estómago ).

Yo despierto y doy otro gran grito...otro... era una pesadilla, otra más. La rapidez de los sucesos difícilmente nos deja darnos cuenta de lo nos pasa. Cada vez que despertamos intuimos que nuestros recuerdos son irrealidades, pero sólo en sus sueños es el hombre realmente sincero. Es una lastima que lo sepa y no lo quiera entender. Corro al baño y me mojo la cara en un intento desesperado por ser feliz, o despertar bien.

Es tan difícil distinguir la verdad de la mentira en este mundo, abro la puerta y salgo corriendo por el pasillo blanco escapando no se de qué...

¿ De mí ?...

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