En un comienzo Dios creó el mundo. El primer día le dio vida al mar y sus infinitos deseos. El segundo día hizo las montañas y las llanuras, el tercero las llenó de soledad, dolor, ternura y alegría. Para el cuarto ya los árboles habían florecido. El Quinto día hizo a los animales, pero algo faltaba y ,al llegar el sexto, cometió un error, y lo llamó Adán.
Que difícil es mirar al rededor y no saber donde se está tirado, aunque es como que lo hubiese estado haciendo desde siempre, lo que sea que yo esté haciendo. Ya basta, parece que estamos solos, yo y mi fiel compañera la soledad. Vagando por algún lugar en el medio de otro lugar, un bello paisaje, el azul del mar, del cielo, los cantos de aquellas aves que trinan sin parar, la suave danza que protagonizan el viento y su harém de árboles frondosos y flexibles. Todo esto es, en si mismo, un sentimiento, unas ganas de seguir viviendo, aquí y allá, en el edén con que la gente soñará en un futuro próximo, cercano del fin, y sentirán en sus cabezas el palpitar de aquel equivocado y estúpido proverbio de “todo tiempo pasado fue mejor”.
Aquí todo es claro, veo pájaros y animales que revolotean con un inseparable compañero de juegos y sueños. Pero ¿Que puede significar eso? ¿Acaso la soledad no es suficiente? Y si no lo es ¿Existe algo más adictivo y apreciable que mi querido sentimiento eterno? Y en ese momento, aún en el sexto día Dios duplicó su error, y, aunque la lección cumplió su cometido y no volvió a cometer otro, no pudo controlar a los existentes. El supremo ser tomo la arcilla en sus manos y modelo el cuerpo y alma del ser onírico y le dio vida. Ahora Adán tenía a alguien, una figura hasta ahora inimaginable para los inocentes y recién nacidos pensamientos de este ser atrapado en el cuerpo de humano, que, en ese momento, dejo su inocencia, pues le pidió más al creador de ésta nueva persona que era dueña de todas sus acciones, y así Adán se transformo en hombre, y la llamó Eva.
Siguió el camino por el que ella lo guiaba, dejando de lado a su Dios, a su creador, y luego a su soledad, y con ella aquel dulce sentimiento de disfrutar de algo tan simple, tan normal, tan amargo. Vio entre sus dedos todos sus deseos convertirse en realidad. Todos y descubrió nuevos, aún más bajos. En este momento, aquel ser superior quiso arreglar sus errores y tomó una decisión, les dio voluntad propia y les dejó decidir su futuro. Les dio un árbol de frutos hermosos y tentadores y les planteó su ley, el árbol no debía ser tocado. A la hora del amanecer ya era el séptimo día, y Dios descansó.
En este mundo hay pocas oportunidades y esta es una muy clara muestra, pero en mi está el tomarla o no, y, además ¿Para qué quiero más si la tengo a ella, a Eva? Este Adán es completo y no necesito más que estar con él, en el mismo lugar que él, respirando su mismo aire y sintiendo la fuerza de su ser. Somos dos personas que no necesitan más que ser juntos, sólo ser. Ellos son humanos, deben poder equivocarse. Nadie ni nada es perfecto, ni yo, aunque me cueste aceptarlo.
En los próximos segundos el maligno reptil se arrastro hacia los habitantes del lugar y les explicó cosas que sonaron bien, quizás demasiado. “Míralo, pero no lo toques. Tócalo, pero no lo pruebes. Pruébalo pero no lo disfrutes. Disfrútalo, pero no lo tragues.” Y con estas palabras confusas se dio a entender, y los incrédulos errores de un ser superior, atónitos ante la maravillosa oratoria del putrefacto ente, creyeron. Y si Dios ya se había equivocado ¿Por qué los hombres no?
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