jueves, 3 de septiembre de 2009

El eslabón más débil

Cuántas veces lo hemos escuchado. La cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. Hoy, en medio de una día full pega, alguien choca un poste de luz cerca del canal y nos quedamos sin energía a las 21:00 horas. La cadena se cortó.

De cadenas e historias reñidas con las buenas costumbres sabemos lo que nos han contado;
lo que nos han contado y probablemente algo más.
De eslabones y de herreros con cuchillo de palo conocemos los refranes,
su rítmica y métrica,
y del fanatismo de la señora que viste de marengo en la esquina,
esa misma que tiene una cita para cada ocasión,
-una cita y un cartón de Kino para ser más exactos,-
de ella reconocemos lo que alcanzamos a ver a la distancia,
sin gozar de buena vista, sin tener quizas otra virtud.

Lo que está claro es la cadena, el eslabón,
El gato que corre cada cinco líneas del libro que llevo siempre bajo el brazo,
Las historias reñidas con las buenas costumbres y la señora del cartón de kino que observa que la miramos,
segura de que sin lentes no la podemos ver.

La señora escucha una historia y se sonroja.
Ella cruza la calle sin mirar y se acerca a nosotros.
Pregunta por su perro perdido.
Le señalo al labrador que hambriento come lo que queda junto a un basusrero azul probablemente roto tras los festejos del último partido de la selección.
ella sonríe.

La mujer toma la correa del perro,
una cadena para ser más exactos;
fue una suerte que yo, con mi escasa visión, lo hubiese encontrado,
fue una suerte que el perro no se hubiese escapado.

La dama sonríe.
Su vestido marengo se ilumina.
Se escucha el tímido maullido.
No proviene de la quinta línea de mi libro.
el perro corre, la cadena se corta.

Si aquella frase no fuese tan cierta.
Si me alcanzara el dinero para ir al oftalmologo de la clínica de turno,
si el eslabón fuese màs fuerte.

Que agudo fue el chirrido del freno.
(chirrido... hasta la palabra es incómoda y escalofriante)
Que seco el golpe y que nulo el quejido del perro.
Que dura la mirada en el rostro de la señora.

Me pongo mis gafas.
El dicho siempre es cierto.
La señora de marengo llora de impotencia y tristeza,
La cadena es tan fuerte como su eslabón más débil,
y la presente histora se guarda.
Quizás hasta que las buenas costumbres puedan aceptarme.

domingo, 4 de enero de 2009

Enumeración

Enumerar, tal como nombrar, tiene algo de mágico. Es, creo yo, lo que fundamenta los rituales y las repeticiones. Es lo que valida nuestro tiempo e historia cuando hacemos algún recuento de nuestras vivencias. Los Besos que hemos dado, los que hemos dejado de dar. Las miradas que hemos donado a la vida o los caminos que hemos tomado en desmedro de otros que, quien sabe, podrían habernos llevado a lugares muy distintos. Pero este post no es melancólico. Consiste simplemente en enumerar. Simplemente el ejercicio de poner, uno tras otro, un algo que me agrada. Pretendo armar una lista no concluyente ni excluyente que puedo continuar en cualquier momento. ¿Que sencillo no?

Torta de merengue frambuesa,
la cordillera,
el frío,
la lluvia.

La carretera,
las hamburguesas,
el vino y el queso.

Mi trabajo,
mi mujer,
mi hijo,
mi familia,
mi cámara.

Mi computador,
el computador que tendré,
el dinero,
internet,
la cocina como espacio,
la cocina como objeto,
la cocina como instrumento.

La música,
mis amigos,
la luna,
la noche
el tiramisú.

Doctor House,
el ron,
el bar del Ritz Carlon,
el TV cable.

Mi celular,
mi barba,
el baño como descanzo,
el baño como aseo,
el baño como reflexión,
yo.

Sex & the city,
navidad,
mi cumpleaños.

Ratatouille,
Providencia,
las comedias románticas,
De Película.

El cine.

Humberto Eco,
el eco...

Dios ante todo.

Correr.