miércoles, 3 de septiembre de 2014

Canto a Lucas, canto de Lucas

Escribir una trilogía es complejo. Eso explica la tardanza de esta nueva entrega. Si a mi primer hijo, Juampi, le escribí pensando en los ángeles que observada en sus primeros días de nacido, y luego al Tomi le prometí hacer con él mil grullas, pues a mi bebé Luquitas no podía sino decirle lo que siento que es el centro de una relación entre un padre y su hijo. Los invito a desentrañar esa esencia.

Quiero contarte un cuento,
uno sin hadas ni dragones,
sin versos innecesarios ni tardes lluviosas en París,
con vivencias profundas y puntos finales tras cada oración.
Quiero hablarte de la vida.

Quiero que a cambio me cuentes lo que sabes,
que me cuentes de tu tránsito y sus verdades,
de tus ojos y tus temblores,
tus manos y tus balbuceos…
Tus pequeños intentos de contarnos tu historia,
de hacer prevalecer tu previa memoria.

Cuéntame pequeño niño de ti mismo,
y yo te lo explicaré todo.
Relátame cómo son los sueños sin lenguaje aprendido,
y pues yo intentaré expresar el olor de aquella primera respiración que brotó de tu boca,
o el sabor del llanto que por necesidad la sucedía.

Dime niño ,
y dímelo con tus artes.
Con tu aroma sincero,
sin disfraces ni estrategias,
sin pensar en consecuencias.

Cuéntamelo en ese idioma,
con la seguridad de que sentiste mis ojos antes de que yo viera los tuyos, profundos…
Así como ya comenzaste a contármelo…
Y te escucho...

Te escucho cada vez que buscas el pecho de tu madre,
y gozo al compartir contigo la maravilla del amor de mi vida,
y de las vidas que puedan venir.
Te escucho siempre que callas y me miras,
y disfruto saber que estas y que estoy,
tanto hoy como mañana,
y como el pasado que aún no ha sucedido.

Querido niño que algún día dejará de serlo,
ahora es mi turno.
Permíteme ser tu padre y explicarte lo que creo.
Lo que he vivido y pregono.
Lo que defiendo en estos tiempos.

No madurez muy temprano que no quiero perderte,
te lo pido.
Y no lo hagas muy tarde, pues no quiero que te pierdas,
te lo ruego.

Toma las riendas de tu vida y ve lo más lejos que puedas,
corre lo más lejos que puedas,
vuela lo más lejos que puedas.
Cada vez que la vida te pida un esfuerzo
pregúntale si vale la pena,
y espera atento su respuesta.
Y cuando el mundo te cargue de sus pesos,
recuerda a mi Dios, que espero se vuelva tuyo…
A su tiempo, a tu tiempo.

Querido hijo quiero contarte un cuento,
no tiene hadas, mas no porque no existan,
sino porque deberás descubrirlas tu mismo.
No tiene dragones, no porque no los conozca,
es porque quiero que tu lo hagas,
y en la voz de su fuego construyas tus propias armas.

Querido hijo que me miras desde tu lado del velo.
Se que vienes del cielo.
Como origen o regalo.
Acompáñame en las caminatas bajo la lluvia,
En París, Santiago o Lima,
en Timbuctú o la luna.

Acompáñame que siempre tendré algo que decirte…
Y un momento para escucharte…
Pequeño de temblorosa boca mírame con tus ojos difusos… Ve en mi lo que soy…
Confía en mi que yo en ti confío…

Sabiendo que si te hubiera tocado mi lugar y a mí el tuyo tu harías lo mismo por mi…