domingo, 22 de julio de 2007

Terciopelo Azul

No es posible utilizar este título sin aceptar la influencia de una película que vació su imaginario en mi cabeza. Sin embargo, debo decir que no fue en honor a ella que estas líneas se titulan como se titulan, sino que se deba más a una sensación especial. En mi mente el terciopelo siempre fue rojo, como la sangre, y pensarlo azul me hablaba de una cortina que no conozco, como aquella que cuentan se razgó el día de la muerte de Cristo y que tiene la capacidad de esconder todo lo que queremos saber. A Pandore le hubiese gustado tenerlo.

Descubro el camino tras el terciopelo azul:
Quiero ser el creador del mundo, no su ciudadano.
Quiero ser un dios regidor, no un sacerdote adorado.
Quiero romper las hojas que antes he escrito.
Quiero acabar con todo lo que antes he amado.

Si me siento solo, me alejo,
si no los quiero ver, los veo,
si conozco la respuesta, la busco
y de no conocerla, la espero,
la odio y aborrezco.

Descubro mi vida tras el terciopelo azul,
aquel del color de mi sangre,
de rey, emperador,
conde de Saint Germain
y de las tierras de ultramar.
Vocación de capitán cobarde
y no de valiente marinero,
escondiéndome en mi valentía,
mirando al cielo y su voz,
escuchando el sagrado canto de mis lágrimas,
gritando al viento el desesperado ¡Ya no!

Descubro algo nuevo tras el terciopelo azul,
las horas de búsqueda han terminado
y mis ojos se cierran al frío no sentir,
y soy cada vez más fuerte en el charco de zafirino elixir.

“Quiero ser el soberano de mi vida, no su esclavo.”
Descubro lo escondido tras el terciopelo azul,
copio frases y las hago mías,
sintiéndome feliz en mi deshonra,
sintiéndome feliz por mi sombra,
aquella única dulce compañera,
que aguanta mis cobardes pisadas,
y no se larga, y no llora.

Descubro que estoy solo tras el terciopelo azul,
mi sombra se fue,
mi alma también.
Cuerpo inerte mirando al infinito,
buscando una última respuesta,
invocando al azul terciopelo de tus ojos
de mi ex alma, ex sombra,
de mis ex inalcanzables sueños de conde.
y me voy.

Descubro que no soy nadie tras el terciopelo azul,
Descubro que no soy nada tras el terciopelo azul,
y me voy.

jueves, 19 de julio de 2007

Tratado de olas ajenas

Aparte del tercer capítulo de "Las Sandalias de San Francisco", el cual estoy buscando entre mis notas, el presente es de los pocos escritos antiguos que aun quiero recuperar. Es icono de una época, representa cierta emocionalidad relacionada a mi adolescencia (que no fue más dificil que las de los demás, sino que simplemente fue) y que me llenó de orgullo en su momento, a pesar del capítulo final, el cual se desinfla en el intento de escusarme por escribir lo que escribía. Con el tiempo aprendí que no es bueno perder el tiempo pidiendo perdón. Tal como escribí alguna vez "dejé de ser yo cuando me pedí permiso para serlo."


I

Veo el fin de todo tras la sagrada mano que se supone no odia,
siento la picazón de la dulzura tejiendo el falso camino hacia atrás, el primero.
Creo que no quedan más preguntas sin formular,
y aseguro que no hay ninguna que satisfactoriamente haya sido respondida.

No hay realidad lejos del fuego que nos moldea,
no hay más caminos no transitados marcados por nadie,
no hay vías de escape ante el cataclismo de emociones que clandestinamente cubren el cielo ante nuestros ojos,
si, nuestros, no vuestros,
eternamente muertos
tras la mirada que exagera el sufrimiento
yo grito, yo miento,
y vuelvo a ver los dedos que manipulan el horizonte,
muerte al sol...
no más lunas.

Ante nuestra debilidad nuestras fortalezas se rinden,
y dejamos de ser poetas,
cantamos a la muerte y a su doble y enfermiza cara.

Yo conmigo, análogamente nos cubrimos el uno al otro,
y cada plural no es más que la repetición desesperada de mi loco ser intranquilo
que serenamente camina al vacío,
tras los continentes conocidos,
en ese lugar en que, por fin, el mar no es mar,
y el romántico profeta llora sus gotas de sentimiento,
y nosotros nos reímos a bocanadas de Fuego ante su estupidez.
Pobre ser iluso que creyó en sus recuerdos.

No hay más tras la mano que creemos no odia.
No hay más tras las famélicas voces que pútridas caen ante mis omnipotentes ojos,
insomnes y atrapadas en el sopor de la dulzura que me rodea en mi aislada bola de cristal,
y yo sigo aquí,
ahíto ante lo que veo y siento,
adolorido por lo que creo haber percibido y, aun peor, olvidado,
sumergido en el gran mar de lo que nunca fue mío,
de lo que tomé por la fuerza.

Contando el paso del viento tras los días, noches, meses, años, cubierto por la frazada del antiguo ser o no ser.

II

La noche era oscura y mi cara ambigua,
la nada carcomía el eterno preguntar de la segunda metamorfosis,
el dolor consumía mis ideas atolondradas,
la cura de mis males, el sufrimiento de otros.
Y así cargo con el falso mártir que profesa y calumnia,
y de esta manera soporto mi ser atascado en el medio del muelle de los hombres.

Nunca me gustó el pescado y debí comerlo,
nunca los caballos y debí montarlos,
jamás la vida y debí vivirla.

Una sonrisa, mi gran farsa,
una palabra, mi inexpresividad absoluta,
lo que leo es mío y lo que escribo, un plagio,
los que me conocen no saben quien soy y los demás lo intuyen.
No hay más en mí que herejías y filosofías equivocadas.

Declaro que soy mi única cruz,
la única verdaderamente pesada
y perdiendo lo que me queda de orgullo
le pido al carruaje eterno que me la lleve.

Nunca me gustaron los carruajes, pero éste debí tomarlo,
nunca quise el vino de tus olivos, pero lo bebí hasta el cansancio,
hasta la ebriedad.

Ya lo he dicho y lo repito,
al que me crea lo odiaré,
y al que me odie, amaré con locura.

Así es la farsa que tras la fachada se levanta
plasmando la eternidad en el cuadro del diario vivir,
y olvidando lo que, según alguien era importante,
y ese alguien soy yo.

III

Escupo en sus caras bestias del aberno,
no son dignas del sufrimiento y sus tres coronas,
se hacen llamar hombres, mujeres y niños
y rodean mi existencia ahogándome con su estupidez.

No soy yo ni son ustedes,
es la raza,
el precio del ser humano,
híbrido del mal y de lo que creemos es bueno,
lucha continua entre la mentira y lo que no lo es tanto.

Ya dejaron de vivir sus vidas y creyeron que la mía era la siguiente,
pero traigo malas noticias, como siempre,
yo ya soy vivido.
Lo soy por la nada y la bendición de sus pétalos caídos,
lo soy por mis sueños que se elevan al infinito,
el cielo no es el límite,
y ustedes no quieren entender.

Los reto a levantarse de sus cenizas,
los reto a imitar al ave de los grandes,
no pueden igualar a lo falsos imperfectos,
somos pocos pero somos,
ustedes muchos, pero nada.

Escucho sus voces en los pasillos,
sus estólidas risas y sus amargos llantos,
no viven lo que dicen, no viven como dicen,
se sumergen en su muerte día a día, y no lo saben,
no lo aceptan y se pudren junto con sus patéticas y Alentadoras palabras de Aliento,
me dan nauseas con su existencia... y los envidio.

Soy un mediocre y no se han dado cuenta,
su inferioridad reprime su teórico intelecto,
he ahí la dualidad que batalla en sus cerebros,
simples trozos de carne que morirían en uno de mis almuerzos.

IV

Aquí me encuentro en el más alto pedestal, vanagloriado,
he aquí yo con mi intelecto retorcido en el cuarto cielo,
siendo admirado en el cuarto infierno.
Envídienme pues soy lo peor,
adórenme pues crezco en el olimpo mismo,
denme las manos los que quieran salvarse,
desilucionense más tarde ante mi mediocridad,
tarde será para mí,
la suerte ya estará tirada.

El futuro es paralelo e inexistente,
el dolor, un pedazo de lo desconocido.
Acérquense a mi y den el paso,
párense a mi lado y caigan al vacío,
imitemos al pájaro herido que cae sin poderse resistir ante las insuperables fuerzas de la
madre naturaleza.

He aquí todos
en su constante y reciproco desamor,
tragando la sangre de las heridas ajenas,
movidas por las olas no propias.

He aquí yo con mis mentiras,
la verdad universal.
Todo es nada y si me hablas no escucho.

No hay más muertes que las que eres capaz de entender,
y yo las entiendo todas,
y todas las he vivido,
entre los pasos del inmutable tiempo que risueño me mira,
pues sabe que mi mascara es eterna
y conocen también mi realidad.

No hay nadie más falso que yo,
y me pongo a sus pies a recibir preguntas,
y ustedes se abalanzan a los míos cuando yo se las respondo.

Soy insuperable y estúpido
el mundo me llama así y así mismo me ama,
y yo a él ni lo llamo.

V

Nací del río y de la tierra pura,
crecí entre los matorrales de sagrados verdes,
empecé a educarme en el mismo cielo terrenal,
y no aguanté la tentación.
Mientras más arriba te pares,
más fuerte y dolorosa será tu caída,
la mía,
aquella que revivo tras cada recuerdo del ya nombrado Olimpo,
al margen de toda preocupación,
estética o moral.

No hay más opciones así como nunca las hubo.
la razón es al hombre como la vida a mi persona,
dura y pesada carga que podría llegar a ser dulce.
Tan dulce como el odio que siento,
todo el odio que en mí vive sin dormir.

Si pudiera resumirlo en una palabra,
gritaría mi nombre.
Si mi desesperación fuera real,
enloquecería tras los filósofos que mi espalda golpean,
tragando el fuego que sé no existe,
más que en mi mente,
más que en lo más sagrado e innombrable de mi ser estúpido y lento,
que ve pasar la genialidad del mundo en carruaje de oro,
y no quiere subir.

No hay bien que por mal no venga,
y mi mente confunde mi irrealidad.

VI

Odiar es amar al dolor.
Odia es querer ser mejor en su máxima expresión.
Todos nos retorcemos desde el mismo día en que vimos la luz por primera vez,
todos gritamos y odiamos,
tanto como queremos y amamos.

La dulzura nos embarga,
nos llena de insatisfacción,
pero somos la imagen natural de cómo nacimos,
de cómo nunca quisimos ser.
Nadie ama al dolor tanto como dice,
nadie añora mejorar,
nadie se retuerce después de muerto,
y yo, en realidad, no estoy acostumbrado a odiar.

Esta biografía es un tratado,
el cielo, la tierra y mi mar,
es todo en cuanto pienso,
y descargo ante él mi odio al ser.

Las olas son las vidas,
aquellas que en mi odio deseo vivir,
son ajenas, pues no son mías,
quiero todo menos mi yo.

Así es la vida en el papel,
así los días han de pasar,
soy culpable de todo cargo
e inocente de cada injuria que yo mismo me levanto.

Calumnias, a la hoguera,
y de ésta no me salvo,
soy culpable de mi muere,
y eso se que debo pagarlo.

sábado, 14 de julio de 2007

ELLA

Este relato se aleja de mi estilo usual. El motivo: forma parte de una poesia en prosa de cuatro capítulos (de los que solo escribí el uno y el tres). El título del poema: Las Sandalias de San Francisco. Lo que me gusta del amor: que hay muchas formas de escribirlo, describirlo y reescribirlo; aunque a veces sea meloso.


Ella es una mujer. Creo que esa es la mejor manera de comenzar este relato. No cuenta mucho, pero dice lo necesario… justo como es ella. Sí, es un buen comienzo, pero no pretendo ser tan intrigante como lo pueden ser las frases que acabo de enunciar, de hecho, ese no es mi estilo y está bastante lejos de mi pretensión, por lo que, disculpándome por adelantado debido a mi decisión de alargar esta sección, no me remitiré a los hechos.

Ella es una mujer segura e independiente, o eso es lo que aparenta. Su vida fue marcada por algunos de los ya comunes males de la sociedad postmoderna, de la que ni Buñuel ni Dalí podrían hacer un retrato surrealista. Hija de padres separados, debió reintegrarse a un país tan ajeno como el propio para los que tuvieron que abandonarlo alguna vez. Mas para ella era particularmente lejano, pues su preadolescente rostro con dificultad entendía las razones por las que debía dejar a su padre, y a lo que creía que era su mundo.

Cada vez que uno deja el hogar la vida se torna rara, pero se supone que así debe de ser, por lo que dejarlo es ya rutina. El problema aparece cuando uno debe salir del hogar para ir al hogar. Esa figura de viaje sin viaje es la que atormentaba a la niña que miraba sus maletas alejarse por entre las bandas metálicas y los pisos semiplásticos de aquél pasteurizado aeropuerto.

Es curioso que un aeropuerto sea el lugar donde uno pierde las ganas de volar. En mi opinión eso es algo que San Francisco sabía. No señor, no estoy diciendo que San Francisco haya sido un asiduo visitante de los aeropuertos, yo también se algo de historia y, por lo mismo, es de mi conocimiento que en esos tiempos no tenían aviones, pero también se otra cosa, él usaba sandalias. Luego de la aclaración, continúo.

Es curioso que uno pierda las ganas de volar en los aeropuertos. Quizás el tener tan cerca el comienzo del viaje le hizo pensar en cosas que a su corta edad no estaba lista para entender. Quizás el azul verdoso de aquel hangar de ilusiones no era capaz de cubrir el color de los recuerdos, cualquiera que este sea.

De cualquier modo crecer, en si mismo, no es fácil, y creer que se debe crecer es creer que lo difícil está más lejano de lo que está. Ella es un juego de palabras.

Ella es una mujer, de eso no hay duda. Tiene una mirada suave e intrigante que parece preguntarte cosas cuando en realidad está respondiendo. Ella es una mujer, una con ojos ralentados, pero el ralentí esconde cosas de las que prefiere no hablar. Y así, en silencio, los que se le acercan y se sientan frente a la ventana ven menos de lo que creen que ven, pues el hipnótico movimiento de sus ojos los confunde.

Hay una particular relación entre el juego y el arte en la que me tengo que detener en este instante. Cuando la niña viajo estaba jugando, luego, al crecer empezó a comprender que el juego era más que un juego. Ese fue el día en el que aprendió a soñar, y el día anterior a convertirse en mujer. Ella es una soñadora.

Ella camina por la vida sorprendiendo. Desenvaina su sonrisa y mira los rostros buscando historias, pues es una cuenta cuentos y su espíritu comprende que en el arte del relato hay más vida que en la vida. Cada vez que relata un sueño, el mundo se sienta a escuchar y a admirar su cadencia, buscando aquella vitalidad inherente a la gente que deja de creer en la realidad, o que cree demasiado en ella como para aceptarla.

Ella es un juego de palabras o un sueño hecho de palabras. Ella es una duda. Su seguridad se basa en lo que su presente intenta dejar de negar y su independencia existe en la medida que sus sueños de cuenta cuentos pueden hacerse realidad. De hecho, ahora que lo pienso, ella es una mujer insegura y dependiente.

sábado, 7 de julio de 2007

Breve intento por ser en ti lo que otro es capaz de ser

Aun recuerdo las frases del pasado y se debe a dos cosas; la primera es bastante obvia, y es que siento que los recuerdos aun tienen mucho por decir. Esta especie de auto publicación es algo que todos mis escritos esperaban y rogaban desde algún rincón virtual, camuflados entre incomprensibles ceros y unos. El segundo motivo es aun más obvio, no he escrito hace mucho tiempo, y la sola pregunta de por qué es una buena excusa para comenzar de nuevo.
Este texto también pertenece a la recopilación "cuerpos celestes" y los relata un sensualista que se perdió por allá por el 2002 y que esta buscando volver a nacer.


Hablemos de las cosas que el cuerpo omite,
contemos aquello que los celestiales enviados dejan de relatar,
miremos sin envidia las emociones que nuestros poros nos entregan,
y disfrutemos la balada de aromático amor que se pega en los paladares.

Yo estuve,
declaro haber estado y haber visto,
haber reconocido y tragado aquellos besos que en territorio ajeno se entregaron a la próxima boca,
declarando el amor que alguna vez sintieron y se supone no es más.

Deseo ser parte,
deseo posar la punta de mi alma sobre tus pupilas impresionadas,
deseo, sé que deseo.

Quiero ver mi vida en el centro de tus labios
quiero redescubrir el mundo en pos de tu voz auto-revelada.
Sí, quiero, sé que quiero.

Siento poder tomar el lugar del bien amado,
siento la fuerza de quien está donde la piel es por fin lo que siempre quiso,
declarando el maravilloso grito: sé que siento.

Mis impulsos diluyen los intentos del roce en su frenético afán por ser,
por ser de ti,
por ser para ti,
por ser en ti.

Aun quedamos personas que se impresionan con lo espectacularmente sencillo.